_Psico.Cartografía
coordenadas poéticas
14/03/2020
La obra de carne
Somos un solo cuerpo
la gran Obra de Carne
construida con esmero y tiempo
siglos de formato
especie en código abierto
martillo y cincel, martillo y cincel, martillo y cincel
chakra muladhara abierto
culo
abierto
todo cabe, todo entra, todo cabe
más, dame más
no se si me gusta
pero acepto
martillo y cincel
grandes torres, grandes falos
grandes grandes
falos falos
pasa sin llamar
está abierto
no lo dudes entra
y dame formato
con mantequilla por favor
global internacional transcontinental
global
más global todavía
¿quién da más?
Toma virus
virus virus
no el humano, sino virus
no el lenguaje, sino virus
virus sobre virus
llega el Rey
con Corona
y viene a quedarse
doctrina y rebelión
nos une y nos des-une
es polar
acelera y decelera
es castrante y libertino
nos une y nos des-une
¿viene a mezclarnos?
¿te beso? ¿en verso?
¿nos vesamos?
Sabemos nada
neurosis global
experimento mundial
datos datos datos
y Donal Trump.
La sombra colectiva emerge
veremos nuestras miserias
un test de vínculos a prueba de encierro
un contagio de sexo y divorcio
conoceremos lo desconocido que, en realidad, es conocido
la separación nos une, el caso es ir a la contra
...
Pues, si se trata de eso, bienvenido el Rey
pero ¿quién eres?
no me toques
tócame tócame
cuerpos
gestos
dudas
Gestos
¿quién eres?
tócame tócame
tócame tócame TOC
¿eres madrileño?
¿o negra?
¿qué tiene que ver?
si, si, lo es todo...
que te follen !
-solidaridad-
nos une y nos separa
el mestizo cuerpo colectivo
la especie
ahora en estado de excepción, alerta
la masa se queda en casa
o se va de vacaciones
Benidorm lleno
de cerveza y pieles rojas
que dicen ser blancas
y son rojas
rojas
color carne ardiente
color cancer de europa
color cuarentena romántica
un privilegio de clase
pero si
parar es bien
marcha atrás
o me quedo donde estoy
pero no te corras
que nos vamos juntas
acompáñame en la quietud
en la introspección, llamada irrevocable
seamos la templanza
la sabiduría andrógina
emergiendo de la tumba
junto a la sombra
que ya te he dicho que viene
se desvela lo escondido
y lo llaman apoca…
No lo digas
estoy hasta el coño de oírlo
no te vas a suicidar
serías una más
una más
más de los que matará el Rey de la Corona
que viene a quedarse
-menos de las que mueren a hostias-
te he visto en Tinder
así que no me jodas
no estás tan mal
o si
peor
yoquese
yo
tengo nervios en el estómago
que es la extensión de mi cerebro
quiero estar allí
con los míos
pero estoy aquí
con otros míos
que no son míos
porque nadie es de nadie
aunque el formato dice posesión
con mantequilla por favor
estoy conmigo
conmigo es conmigo
y no solo
no solo
con Tinder
encuentro irrevocable con la introspección
sin escape
mira
mírate
mírome
me miro
y no veo más de lo que vi ayer
ni menos
sigo siendo el mismo
pero diferente
porque cada día es diferente
pero lo mismo
porque hay una tal esencia
¿quién es Esencia en mi?
Río de pena
pero cura de humildad
salir a a la calle
paso de rayarme
encerrada
encerrado
mequedoencasa
y todo está bien
todo está fenomenal
¿te vienes a mi fiesta virtual?
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Pequeño Viaje Simbólico
23/04/2020 / noche
Hoy me sangraba la encía, mucho. Me veía sangrar mientras rapaba mi cabeza, al dos,19 mm para ser exactos. Puede que mi bazo no tenga energía o que tenga fuego en el estómago. Puede que esté volviéndome hipocondríaco desde una perspectiva médica china. Puede que me vaya a estallar el cerebro de meterle información o puede que no pase nada y solo sea un poco de sarro acumulado.
He rapado mi cabeza porque siento que tenía que quitar algo de mi que no es yo, aunque “yo“ no tengo muy claro quién es. Me gusta pensar desde la poesía que no soy nadie, y a veces lo vivo, sucede realmente que dejo de ser alguien o algo identificado, limitado, concreto. Éste no es ese momento. Desde hace días, me siento perdido y perdedor. Metido en un personaje que me juzga, que se juzga y se obsesiona por cosas banales o más bien estúpidas, porque la banalidad puede incluso ser Zen. Me refiero más a un boicot radical en el que falta el amor por mí misma, por la vida y por los demás.
Si tuviera que escribir sobre lo que ocupa mi cabeza estos últimos días, escribiría sobre tecnología, aparatos musicales, sobre cuál será mi siguiente compra y sobre cómo organizaré mi estudio con la nueva adquisición y cómo adaptaré a ella mi proceso creativo. Un poco triste en tiempos de confinamiento mundial, un poco evasivo ciertamente. Por eso he venido a la rambla, ahora estoy aquí, en la rambla de las Salinas, he tomado el camino de la derecha, que creo, por lo que me han dicho, que conecta con la rambla de San Benito. Tengo una compañera lechuza, la oigo. Sé cómo suena gracias a Carlos, un buen amigo que solía venir por aquí a encontrar el silencio, a lo mismo que he venido yo. Además me acompañan unas cuantas arañas que yo sepa y un bicho bola. ¿Cuantas arañas habrá en el mundo? ¿Y bichos bola? ¿Habrá más que humanos? Supongo que si… Claro, si… Qué tontería.
Escribir es como pensar despacio. Es más difícil conectar con el corazón escribiendo que hablando. La lengua es una ramita del corazón, aunque a veces se independiza y solo dice tonterías. Tonterías. ¿Que son las tonterías? ¿Y por qué lo son? ¿Quien lo decide? El silencio a veces es triste. La tristeza a veces se disfruta. Deberíamos disfrutarla siempre y estaría menos presente. A veces no es fácil vivir el momento como única realidad posible. A veces, a veces, a veces… Nunca nada es siempre o nunca, o todo o nada, pero es difícil hablar sin utilizar estos términos. Mi fueguito se está apagando y tengo que coger más madera. Hay muchos grillos, se me había olvidado nombrarlos. Son el lienzo del paisaje sonoro.
24/04/2020 / medio día
Todo aquello fue ayer y ahora ya es lo que ayer era mañana, aunque mi mente, que es mucho más que el cerebro, sigue un poco allí. Allí, un adverbio de lugar que utilizo para referirme a un momento temporal. Espacio y tiempo siempre bailan juntos o juntas si hablo de espacialidad y temporalidad. Tal vez en otra lengua el tiempo sea la tiempa y el espacio, la espacia, como en alemán el sol es femenino y la luna masculina, lo cual provoca en mí una especie de dislexia simbólica. Nada que tenga mucha importancia.
La mente, como decía, parece habitar diferentes planos espacio-temporales simultáneamente. Hay teorías expuestas por movimientos místico-filosóficos de carácter pisciano, que defienden que debiéramos habitar el presente, “aquí y ahora”, continuamente para estar más sanos. Y es cierto que cuando focalizo en el momento dirijo mi atención plena a la realidad que se manifiesta en el ahora, hay una sensación de paz muy agradable, pero eso dura un tiempo limitado. Después es inevitable, para mí, volver a la amalgama de recuerdos y planes futuros o imaginaciones.
Hoy estoy mucho en ayer. En mi momento de raparme la cabeza y salir andando desde casa hacia el espacio infinito, hacia la vastedad del desierto de Cárcavas, previo a las Sierra del Oro. Hacia el silencio, hacia esta libreta que quería empezar en uno de esos pensamientos futuribles de recuperar la escritura como hábito para vaciar mis miserias y densidades y acabar hablando de grillos.
Después de los grillos y de reavivar el fuego, inhalé 10 mg de 5-Meo-DMT, que había adquirido la semana anterior a través de una web de forma totalmente legal. Sí, soy hijo del capitalismo global. Me he ido en busca del silencio, a lo Ibn Arabí, con una bolsita de droga comprada en Holanda vía Internet y transportada hasta aquí seguramente en avión. La mística de hoy es tecnológica. Podría decir a mi favor que las intenciones son las de no alimentar el mercado negro y saber qué lo que me meto no está adulterado.
El viaje fue corto, debió de durar entre 15: 30 minutos. Me aparte un poco del fuego y, después de inhalar dos veces, me recosté y dejé la pipa en el suelo. Fue violento al principio, convulso, me levantó de un golpe y luego caí de rodillas. Un túnel de geometrías se apoderaba de mi conciencia que dejaba de estar en este lado del mundo. Mi cuerpo se resistía, por eso las convulsiones, creo. A cuatro patas y mirando a la tierra, me daban muchas ganas de vomitar. Vomité solo un poco y un hilo de conciencia conectado a lo real me decía desde lejos que todo iba a pasar, que no duraría mucho. Así el efecto fue suavizándose hasta convertirse en algo más óptico, dejando espacio mental para recuperar la sensación de persona, de algo reconocible tras haber expulsado por mi boca una gran cantidad de miedo condensado en unos cuantos escupitajos. Mi cuerpo cayó a tierra, me sentía fundido con el paisaje y envuelto por el cielo, las estrellas parpadeaban y se movían. Ya no tengo miedo, sentí… Y sonreí. Vi las cosas claras. Cada pensamiento se auto-limpiaba y bajaba al corazón para instalarse en forma de verdad, sin parafernalia. Todas mis neurosis y densidades de los últimos días carecían de sentido. Tenía ganas inmensas de abrazar a gente concreta y, en general, al mundo.
03/05/2020 / medio día
Los psicodélicos ayudan pero no resuelven el problema. Una semana más tarde vuelvo a sentir el espíritu reflexivo de la época, me doy cuenta de que, sin una enorme dosis de voluntad, no va a ser fácil superar la depresión que es el verdadero virus. El Corona es un depresor, afecta a los pulmones que son nuestra vía de intercambio con el universo, nuestra respiración toma aire del medio que nos rodea, lo transforma y lo exhala devolviéndolo al medio, es una forma de comunicación muy profunda. Como defensa, y de forma inconsciente, en estos momentos, respiramos menos, nos comunicamos menos con el ambiente, nos aislamos y nos alienamos, tememos al aire. Este efecto sumado con la distancia social, cronifica la mirada hacia dentro y nos va deprimiendo poco a poco. No es una depresión fatídica en principio, estamos bien reencontrándonos con nuestro ser, que andaba un poco perdido, pero a la larga puede producir diferentes tipos de asocialidad. Hay que respirar hondo y abrir los hombros y masagear el torax, mirar a los ojos de la gente y expresar sentimientos para rehacer poco a poco nuestra hoguera. Es importante conservar la memoria de la piel.
Después del viaje a otra esfera, mi fuego se había apagado quedando las débiles brasas de una madera vieja, reanimarlo en el estado que me encontraba no fue fácil, a penas me quedaba madera y no tenía rastrojos a mano ni fuerza para ir a buscarlos. Me sentí incapacitado para auto-cuidarme y viví el mayor miedo a la soledad que jamás había experimentado. Esta sencilla metáfora me gritaba: “cuida tu fuego amigo; y que nada te desvíe de la tarea del auto-amor”.
A la mañana siguiente reinicié la marcha rambla arriba. Había un hilo de agua que corría, el camino trazaba curvas cerradas, la vegetación iba creciendo en densidad y el terreno se hacía más fangoso. Piedras de derrumbe impedían el paso en algunos tramos en los que había que trepar para continuar. Me imagine siendo una señal eléctrica y viajando por los recovecos de mi sistema nervioso hacia el hipotálamo de mi mente, en búsqueda de una transformación, tal vez hacia una materialización de la idea de evolución. Superé escollos y desesperaciones durante tres horas hasta llegar a un camino sin trazar que intuí me sacaría de semejante laberinto. Ascendí por un peñasco y pude ver con perspectiva el lugar donde me encontraba, el fondo de un barranco. Tras caminar unos minutos fui a dar con una senda marcada, civilizada, todo un respiro. Tomé la dirección que más me acercaba a casa, sin saber si quería volver o seguir. Anduve un rato hasta divisar una casita pequeña, como un refugio. Me acerqué al lugar y decidí quedarme a pasar otra noche. Todavía no era momento de volver, el silencio tenía más cosas que decirme. La Casa del Ojo me acogió. Limpié un poco su interior de escombro y polvo, el tejado estaba en buen estado, si llovía podría dormir dentro. Fui a por leña, mucha leña, quería un fuego generoso y duradero. Dibujé un ojo sobre el marco de la puerta con un trozo de carbón que encontré dentro, de ahí el nombre que puse a mi transitorio hogar. Escribí, leí, comí una manzana y unas cuantas olivas, caminé un poco reconociendo los alrededores, dormité levemente y al atardecer encendí la hoguera. Miré largo tiempo al fuego que parecía bailar al son de mis senti-pensamientos. Cada cierto tiempo me sobresaltaba un disparo, coto privado de caza. Tomé una mini-dosis de 2-CB, una sustancia lisérgica de laboratorio que llegó en el mismo paquete nombrado anteriormente. Muy suave, pero de largo recorrido. Tenía una temperatura ideal, me habitaba una lucidez extrema y acogedora. Estuve mucho tiempo sentado delante del fuego, sobre el poyete de la entrada de la casa. Después me levanté y anduve mucho en poco espacio, iba y venía en un deambular agradable que dinamizaba mi actividad neuronal. Cuando mis pensamientos se aceleraban, el fuego lanzaba una llama larga y esbelta, armónica y viva. Entré en una catarsis creativa, saqué la libreta y escribí decenas de ideas. De repente, mis proyectos tomaban forma y sentido. Me sorprendí de nuevo tumbado sobre la tierra. Hablé con una estrella que decía ser mi hermana Marieta, una persona muy de tierra, una niña todavía, una mujer a la vez, una madraza. Le envié, vía estrella, mis mejores deseos de bienestar y salud. Al incorporarme, una planta me miró y dialogué con ella. Yo le preguntaba cosas y ella respondía con movimientos elegantes de sus filamentos casi invisibles. Encendí el frontal y la luz dio vida a ese ser tan extraordinariamente bello y entonces apareció el gran amigo sapo, un símbolo relevante en los viajes enteogénicos, como el que había tenido la noche anterior. Saqué mi móvil de la mochila por primera vez en dos días. Era hora de tomar notas visuales para la película que quiero hacer: El Sonido del Valle. El sapo huyó y yo le pedí que se quedara, le dije que la cámara era sólo un instrumento inofensivo, que lo único que quería era tomar unas imágenes que eran importantes porque él era uno de mis personajes principales. El sapo me miró y aceptó grabar su secuencia para después desaparecer por una fisura de una roca. Comenzó a chispear un poco. Yo quería que lloviese fuerte, lavarme con agua de lluvia, por suerte no pasó, creo que habría sufrido un poco después, todo mojado a altas horas de la madrugada. Me tumbé dentro del saco y dormí ocho horas. Al despertar conecté con la realidad virtual, llamé a Mariana y le conté un poco mi experiencia, necesitaba compartir. Ahora sí, rumbo a casa. La senda me condujo, como había previsto, a la Rambla de San Benito, por la que bajaba agua suficiente como para sumergirme tumbado. Así hice. Me lavé con agua de rambla y observé una enorme alga con aspecto de hongo que tenía formaciones fálicas que se movían con la corriente. –La masculinidad siendo lavada, depurada, rebautizada– pensé. En lo que quedaba de camino hasta casa, observé y escuché el Valle, la belleza del territorio, las voces que salían de las casas diseminadas. Por último, encontré un gato atropellado en la carretera, siendo comido por bichos. La imagen de la muerte generando nueva vida.
Ahora tengo muchas ganas de abrazar a mis amigas del alma, a mis dobles, a las personas que me acompañan en lo profundo, siempre. Nuestras direcciones no son rectas, tampoco son de un solo sentido, ahora son vectores que miran hacia dentro y, encerradas, nos convertimos en un sólo cuerpo, el de la tribu, el de las personas importantes que comparten estrella. Eso es amor para mi, lo demás son convenciones acerca de las formas de relacionarse.
(...)
Esta semana, he hablado con mi hermana, me ha contado por teléfono que Berta, mi sobrina, mira por la ventana y habla con las estrellas, dice que está hablando con sus primos y con su amiga Laura del cole para que vengan a jugar. También he estado practicando Escucha Activa y, como ejercicio, tenía que pensar y revivir un sonido que fuese muy familiar; pensé en mi tía haciendo pis mientras habla conmigo, una imagen clásica cuando voy a visitarla. He hablado con ella, está pasando el confinamiento sola. Le he contado este pequeño viaje simbólico. Le he dicho que esas sustancias son una especie de antidepresivos y me ha preguntado si le puedo conseguir unos gramos.